La irrupción de Internet en nuestra cotidianidad viene acompañada por numerosos cambios en la manera en que nos relacionamos con la información y construimos nuestro conocimiento, lo que, sumado al desarrollo de la Web 2.0, ha supuesto una importante revolución al permitir a cualquier usuario convertirse en generador y difusor de contenidos.
En una entrada anterior mostrábamos cómo Jean Cloutier había conceptualizado la historia de la comunicación en seis episodios, que iban desde la elemental comunicación interpersonal hasta la definitiva comunicación universal. No entraremos aquí a discutir en qué medida nuestras sociedades han completado su evolución hasta la comunicación universal o se encuentran aún a medio camino entre la comunicación de masas y aquélla otra. Sin embargo, asumiendo que, al menos en parte, la comunicación universal se ha alcanzado gracias a la expansión de Internet y a las plataformas Web 2.0 que permiten a cualquier sujeto con unas mínimas habilidades técnicas producir contenidos, cabe interrogarse sobre los efectos que este acceso prácticamente ilimitado a la información y la democratización de la difusión de mensajes está teniendo sobre nuestras capacidades cognitivas así como sobre nuestra manera de aprender y de producir conocimiento.
Para este desarrollo, nos hemos basado en el podcast Inteligencia aumentada en el individuo conectado, realizado por Dolores Reig, psicóloga social y editora del blog sobre innovación social y educativa El Caparazón. Incrustamos el archivo de audio al final de esta entrada, que se puede consultar asimismo en el reproductor que hay en la barra lateral derecha de nuestro blog.
Tradicionalmente, los cambios profundos en nuestras estructuras sociales han provocado profundos rechazos por parte del saber establecido. La máxima de Nietzsche, según la cual cualquier innovación parece demoníaca para aquello a lo que convierte en obsoleto, resultaría de aplicación a la polvareda levantada por la expansión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Nuestra sociedad no es ya hoy la de ayer, y probablemente será muy diferente de la del mañana cercano. En los textos de Platón ya podíamos encontrar a un Sócrates que se preguntaba qué sería de la memoria humana en un momento en que se imponía el texto escrito. No resulta, pues, sorprendente que los intelectuales, los representantes del saber académico, se preocupen por las consecuencias que el acceso fácil a la información y a la difusión de textos a través de Internet está teniendo sobre nosotros, a la par que encuentren su privilegiada posición amenazada.
Los peligros están con seguridad ahí: el filósofo Habermas nos hace dirigir la atención hacia el hecho de que la reticulación horizontal de los canales de comunicación, aun suponiendo una democratización en la producción de mensajes culturales, hacen perder protagonismo a los intelectuales mermando su capacidad para enfocar el discurso social. Dicho de manera más simple, el conocimiento académico pasa numerosísimos filtros antes de llegar a la fase de publicación, lo que, a priori, debería redundar en una mayor calidad del material publicado; la prensa, por su parte, se rige por un código deontológico que debería asegurar la veracidad de la información difundida independientemente del posicionamiento ideológico del periodista; otras formas culturales son dirigidas por unos cánones que han de ser cumplidos, en ausencia de los cuales la obra es frecuentemente rechazada por el espectador. Sin embargo, todos estos obstáculos que quieren garantizar que el producto cultural sea de valor, se aplican en muy pequeña medida en el espacio de la Web 2.0: el resultado es en ocasiones extraordinario gracias al trabajo colaborativo realizado por miles de individuos anónimos (véase el resultado, tampoco exento de polémica, de proyectos como la Wikipedia), pero también tiene la contrapartida de una producción ingente de infobasura, de informaciones que, puestas en la Red de manera deliberada o por descuidos de autores insuficientemente informados, son inexactas o falsas. Ante tal marasmo, el individuo puede encontrarse con serias dificultades para saber en qué información confiar, y los pensadores destacados, representantes de la cultura académica, tienen dificultades para hacer llegar sus ideas.
Así, se levantan voces de alarma como la de Andrew Keen, que en su obra El culto del amateur: cómo el Internet de hoy está matando nuestra cultura afirma que el fenómeno Web 2.0 está perjudicando nuestro desarrollo cultural al destruir el rol de los profesionales expertos, quedando dificultada la producción de información de alta calidad frente a la multiplicación de contenido web de escaso valor difundido por usuarios que no tienen acceso a los recursos de los medios profesionales. Al final de esta entrada insertamos un vídeo (en inglés) que consideramos una buena síntesis de su argumentario.
Nicholas Carr, por otro lado, plantea en su artículo ¿Nos está volviendo Google estúpidos?, que el acceso a Internet podría tener efectos cognitivos perniciosos, que disminuirían nuestra capacidad de concentración y de contemplación.
Linda Stone, por su parte, ha acuñado el término de atención parcial continua, que vendría a describir cómo nuestra capacidad de concentración en un aspecto concreto de la realidad se ve disminuida dejando paso a un proceso por el que prestamos una atención parcial a múltiples elementos como realización de nuestro anhelo de estar permanentemente conectados, de no perdernos ningún acontecimiento que tiene lugar dentro o fuera de la Red, tratando la información de manera superficial como consecuencia del exceso estimular.
Nicholas Carr, por otro lado, plantea en su artículo ¿Nos está volviendo Google estúpidos?, que el acceso a Internet podría tener efectos cognitivos perniciosos, que disminuirían nuestra capacidad de concentración y de contemplación.
Linda Stone, por su parte, ha acuñado el término de atención parcial continua, que vendría a describir cómo nuestra capacidad de concentración en un aspecto concreto de la realidad se ve disminuida dejando paso a un proceso por el que prestamos una atención parcial a múltiples elementos como realización de nuestro anhelo de estar permanentemente conectados, de no perdernos ningún acontecimiento que tiene lugar dentro o fuera de la Red, tratando la información de manera superficial como consecuencia del exceso estimular.
Estas llamadas de atención han sido, a su vez, sistemáticamente criticadas, con el argumento principal de que dejan de lado la característica fundamental del cerebro humano: su plasticidad. Así, nuestros cerebros estarían adaptándose rápidamente a los nuevos requerimientos fruto de la expansión de las TIC, y éstas, lejos de resultar únicamente problemáticas para nuestro desarrollo cognitivo, estarían conllevando avances en nuestras capacidades. Entre ellas, Dolores Reig cita en el podcast propuesto las siguientes:
- La inmensa base de datos que constituye Internet se estaría convirtiendo en nuestro disco duro externo. Esto perjudicaría nuestra capacidad para memorizar conocimientos académicos, estaría mermando nuestra memoria episódica, pero sin embargo mejoraría nuestra capacidad para recordar los procesos que hemos de llevar a cabo para tener acceso a esos conocimientos. No obstante, un menor rendimiento de nuestra memoria episódica conllevaría un menor potencial creativo, pues el proceso de asociación de ideas que permite la creatividad está fundamentado en los conocimientos que podemos manejar en este tipo de memoria.
- Frente a la pérdida de capacidad para concentrarnos durante largo tiempo, estaríamos mejorando nuestra capacidad para focalizar rápido, es decir, para cambiar frecuentemente nuestro objeto de atención como consecuencia de los cambios de tarea efectuados rápidamente.
- Gracias al aumento de la cantidad de información a la que tenemos acceso a través de Internet, estaríamos mejorando nuestras habilidades para filtrarla adecuadamente, determinando eficazmente su relevancia.
- Según determinados estudios, como los realizados por Gary Small con voluntarios de entre 55 y 76 años, una mayor utilización de Internet redundaría en un nivel de activación cerebral mucho mayor.
Como vemos, pues, las posiciones acerca de los efectos de la utilización de Internet sobre nuestro sistema cognitivo no sólo no son coincidentes, sino que en gran cantidad de ocasiones son profundamente opuestas. Como educadores debemos analizar críticamente cada una de estas posturas, para establecer las intervenciones educativas necesarias para compensar los contras de la expansión de las TIC y sacar el máximo provecho de los pros de la misma. No es en absoluto factible que la escuela quede al margen de los cambios sociales que se están produciendo de la mano de la revolución tecnológica, pero entregarse a las bondades de las nuevas tecnologías no ha de suponer, a nuestro juicio, un abandono del saber académico. Siendo la cultura académica uno de los factores clave en el progreso de nuestras sociedades, quizá el quid de la cuestión esté en averiguar cómo conducir a nuestros alumnos hasta ella tomando la explosión de la cultura popular que supone la Web 2.0 como punto de partida, y cómo aprovechar al máximo las oportunidades de colaboración y de acceso a la información que facilitan Internet y la Web 2.0 para optimizar la producción de conocimiento académico.
Fuente del podcast: http://www.ivoox.com/inteligencia-aumentada-internet-audios-mp3_rf_1030345_1.html
El tamaño del vídeo ha sido adaptado al ancho de la entrada al incrustarlo.
Vídeo original consultado en: http://www.youtube.com/watch?v=lN_n7I0PM3w