jueves, 2 de agosto de 2012

¿Internet aumenta nuestra inteligencia o mata nuestra cultura?

La irrupción de Internet en nuestra cotidianidad viene acompañada por numerosos cambios en la manera en que nos relacionamos con la información y construimos nuestro conocimiento, lo que, sumado al desarrollo de la Web 2.0, ha supuesto una importante revolución al permitir a cualquier usuario convertirse en generador y difusor de contenidos. 

En una entrada anterior mostrábamos cómo Jean Cloutier había conceptualizado la historia de la comunicación en seis episodios, que iban desde la elemental comunicación interpersonal hasta la definitiva comunicación universal. No entraremos aquí a discutir en qué medida nuestras sociedades han completado su evolución hasta la comunicación universal o se encuentran aún a medio camino entre la comunicación de masas y aquélla otra. Sin embargo, asumiendo que, al menos en parte, la comunicación universal se ha alcanzado gracias a la expansión de Internet y a las plataformas Web 2.0 que permiten a cualquier sujeto con unas mínimas habilidades técnicas producir contenidos, cabe interrogarse sobre los efectos que este acceso prácticamente ilimitado a la información y la democratización de la difusión de mensajes está teniendo sobre nuestras capacidades cognitivas así como sobre nuestra manera de aprender y de producir conocimiento.

Para este desarrollo, nos hemos basado en el podcast Inteligencia aumentada en el individuo conectado, realizado por Dolores Reig, psicóloga social y editora del blog sobre innovación social y educativa El Caparazón. Incrustamos el archivo de audio al final de esta entrada, que se puede consultar asimismo en el reproductor que hay en la barra lateral derecha de nuestro blog.

Tradicionalmente, los cambios profundos en nuestras estructuras sociales han provocado profundos rechazos por parte del saber establecido. La máxima de Nietzsche, según la cual cualquier innovación parece demoníaca para aquello a lo que convierte en obsoleto, resultaría de aplicación a la polvareda levantada por la expansión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Nuestra sociedad no es ya hoy la de ayer, y probablemente será muy diferente de la del mañana cercano. En los textos de Platón ya podíamos encontrar a un Sócrates que se preguntaba qué sería de la memoria humana en un momento en que se imponía el texto escrito. No resulta, pues, sorprendente que los intelectuales, los representantes del saber académico, se preocupen por las consecuencias que el acceso fácil a la información y a la difusión de textos a través de Internet está teniendo sobre nosotros, a la par que encuentren su privilegiada posición amenazada.

Los peligros están con seguridad ahí: el filósofo Habermas nos hace dirigir la atención hacia el hecho de que la reticulación horizontal de los canales de comunicación, aun suponiendo una democratización en la producción de mensajes culturales, hacen perder protagonismo a los intelectuales mermando su capacidad para enfocar el discurso social. Dicho de manera más simple, el conocimiento académico pasa numerosísimos filtros antes de llegar a la fase de publicación, lo que, a priori, debería redundar en una mayor calidad del material publicado; la prensa, por su parte, se rige por un código deontológico que debería asegurar la veracidad de la información difundida independientemente del posicionamiento ideológico del periodista; otras formas culturales son dirigidas por unos cánones que han de ser cumplidos, en ausencia de los cuales la obra es frecuentemente rechazada por el espectador. Sin embargo, todos estos obstáculos que quieren garantizar que el producto cultural sea de valor, se aplican en muy pequeña medida en el espacio de la Web 2.0: el resultado es en ocasiones extraordinario gracias al trabajo colaborativo realizado por miles de individuos anónimos (véase el resultado, tampoco exento de polémica, de proyectos como la Wikipedia), pero también tiene la contrapartida de una producción ingente de infobasura, de informaciones que, puestas en la Red de manera deliberada o por descuidos de autores insuficientemente informados, son inexactas o falsas. Ante tal marasmo, el individuo puede encontrarse con serias dificultades para saber en qué información confiar, y los pensadores destacados, representantes de la cultura académica, tienen dificultades para hacer llegar sus ideas.

Así, se levantan voces de alarma como la de Andrew Keen, que en su obra El culto del amateur: cómo el Internet de hoy está matando nuestra cultura afirma que el fenómeno Web 2.0 está perjudicando nuestro desarrollo cultural al destruir el rol de los profesionales expertos, quedando dificultada la producción de información de alta calidad frente a la multiplicación de contenido web de escaso valor difundido por usuarios que no tienen acceso a los recursos de los medios profesionales. Al final de esta entrada insertamos un vídeo (en inglés) que consideramos una buena síntesis de su argumentario.

Nicholas Carr, por otro lado, plantea en su artículo ¿Nos está volviendo Google estúpidos?, que el acceso a Internet podría tener efectos cognitivos perniciosos, que disminuirían nuestra capacidad de concentración y de contemplación.

Linda Stone, por su parte, ha acuñado el término de atención parcial continua, que vendría a describir cómo nuestra capacidad de concentración en un aspecto concreto de la realidad se ve disminuida dejando paso a un proceso por el que prestamos una atención parcial a múltiples elementos como realización de nuestro anhelo de estar permanentemente conectados, de no perdernos ningún acontecimiento que tiene lugar dentro o fuera de la Red, tratando la información de manera superficial como consecuencia del exceso estimular.

Estas llamadas de atención han sido, a su vez, sistemáticamente criticadas, con el argumento principal de que dejan de lado la característica fundamental del cerebro humano: su plasticidad. Así, nuestros cerebros estarían adaptándose rápidamente a los nuevos requerimientos fruto de la expansión de las TIC, y éstas, lejos de resultar únicamente problemáticas para nuestro desarrollo cognitivo, estarían conllevando avances en nuestras capacidades. Entre ellas, Dolores Reig cita en el podcast propuesto las siguientes:

  • La inmensa base de datos que constituye Internet se estaría convirtiendo en nuestro disco duro externo. Esto perjudicaría nuestra capacidad para memorizar conocimientos académicos, estaría mermando nuestra memoria episódica, pero sin embargo mejoraría nuestra capacidad para recordar los procesos que hemos de llevar a cabo para tener acceso a esos conocimientos. No obstante, un menor rendimiento de nuestra memoria episódica conllevaría un menor potencial creativo, pues el proceso de asociación de ideas que permite la creatividad está fundamentado en los conocimientos que podemos manejar en este tipo de memoria.
  • Frente a la pérdida de capacidad para concentrarnos durante largo tiempo, estaríamos mejorando nuestra capacidad para focalizar rápido, es decir, para cambiar frecuentemente nuestro objeto de atención como consecuencia de los cambios de tarea efectuados rápidamente.
  • Gracias al aumento de la cantidad de información a la que tenemos acceso a través de Internet, estaríamos mejorando nuestras habilidades para filtrarla adecuadamente, determinando eficazmente su relevancia.
  • Según determinados estudios, como los realizados por Gary Small con voluntarios de entre 55 y 76 años, una mayor utilización de Internet redundaría en un nivel de activación cerebral mucho mayor.

Como vemos, pues, las posiciones acerca de los efectos de la utilización de Internet sobre nuestro sistema cognitivo no sólo no son coincidentes, sino que en gran cantidad de ocasiones son profundamente opuestas. Como educadores debemos analizar críticamente cada una de estas posturas, para establecer las intervenciones educativas necesarias para compensar los contras de la expansión de las TIC y sacar el máximo provecho de los pros de la misma. No es en absoluto factible que la escuela quede al margen de los cambios sociales que se están produciendo de la mano de la revolución tecnológica, pero entregarse a las bondades de las nuevas tecnologías no ha de suponer, a nuestro juicio, un abandono del saber académico. Siendo la cultura académica uno de los factores clave en el progreso de nuestras sociedades, quizá el quid de la cuestión esté en averiguar cómo conducir a nuestros alumnos hasta ella tomando la explosión de la cultura popular que supone la Web 2.0 como punto de partida, y cómo aprovechar al máximo las oportunidades de colaboración y de acceso a la información que facilitan Internet y la Web 2.0 para optimizar la producción de conocimiento académico.







El tamaño del vídeo ha sido adaptado al ancho de la entrada al incrustarlo. 
Vídeo original consultado en: http://www.youtube.com/watch?v=lN_n7I0PM3w

lunes, 30 de julio de 2012

Jean Cloutier y la Historia de la Comunicación

Nuestra entrada de hoy está dedicada a la exposición que Jean Cloutier realiza sobre la historia de la comunicación en su Petit traité de communication, publicado en 2001. La obra de este autor franco-canadiense, no traducida al español, ha ejercido una gran influencia en los educomunicadores hispanohablantes, esencialmente debido a la importancia otorgada a su modelo EMIREC (EMIsor/RECeptor) de comunicación. 

Según este modelo, formulado en 1971, el logro de una comunicación verdaderamente democrática en la que la ciudadanía se viera representada pasaba porque todos los participantes en el proceso de comunicación tuvieran la posibilidad de ser emisores de mensajes (no únicamente a nivel del círculo social más cercano, sino también a gran escala). Intentando dar voz al sujeto para que interviniese en la construcción de la sociedad, se oponía a la inercia comunicativa impuesta por los medios de comunicación de masas, erigidos como herramientas de control social a través de la manipulación (sutil o descarada) de la opinión de la ciudadanía. Los paralelismos con el ideal alfabetizador del pedagogo brasileño Paulo Freire, que pretendía que la lectura de la palabra fuera un medio para leer el mundo, para ejercer una praxis social crítica que permitiera cambiar mediante la acción humana las estructuras sociales injustas, nos resultan claros.

El modelo EMIREC y la conceptualización de la historia de la comunicación propuestos por Cloutier nos parecen importantes, puesto que explican en gran medida por qué la llegada de la Web 2.0, como potente herramienta de difusión y colaboración, ha supuesto una revolución en nuestra manera de manipular la información, de construir nuestro conocimiento y de relacionarnos con los otros, al mismo tiempo que en el otro lado de la balanza ha multiplicado exponencialmente la producción de ruido informativo o infobasura. Esto, como es lógico, tiene relevantes implicaciones en el campo pedagógico. Creemos necesario destacar, además, que el modelo EMIREC fue ideado mucho antes de la expansión de Internet: en este sentido, Cloutier parece haberse adelantado a su tiempo.

La historia de la comunicación, tal y como es expuesta por Cloutier, podría resumirse en seis episodios sucesivos, que recogemos a continuación. Los efectos de estos episodios se adicionan, en el sentido de que la aparición de un nuevo tipo de comunicación ligado a un nuevo medio no implica la supresión de los tipos de comunicación anteriores.

Comunicación interpersonal
 
Realizada a través del gesto o de la palabra, utiliza únicamente al ser humano como medio de comunicación, sin apoyarse en ninguna otra herramienta. El sujeto es, a la vez, emisor y receptor del mensaje. El mensaje puede ser comunicado a distancia, pero precisa de un mensajero humano que se desplace.

Comunicación "de élite"

El mensaje se codifica mediante un conjunto de signos que utilizan un soporte diferente de la palabra o el gesto. La unidad del mensaje se fragmenta, dando lugar a codificaciones auditivas, visuales o escritas. Formas rudimentarias de estos sistemas semióticos son las señales de humo (como codificación visual) o el sonido de los tam-tam indios (como codificación auditiva). La forma más elaborada de este tipo de comunicación es la escritura, que es la única que se conserva en el tiempo. Los manuscritos medievales serían un buen ejemplo de esta última. En todos los casos, hay un único emisor del mensaje (o, a lo sumo, unos pocos emisores) y uno o varios receptores.

Comunicación de masas

Se basa en el principio de la amplificación, según el cual unos pocos difusores especializados transmiten una información única a múltiples receptores pasivos. La imprenta, primera forma de amplificación tecnológica, permitió la difusión del libro (medio escrito) y de la prensa escrita (medio escritovisual). En el siglo XX, la radio y la televisión se convirtieron en los medios de comunicación de masas por excelencia. Con esta última, la unidad del mensaje se recuperaba, al poder representar de manera simultánea componentes auditivos, visuales y escritos.

Comunicación individual

El individuo se apropia de las herramientas tecnológicas (fotografía, reprografía, vídeo, informática personal...) y puede emitir él mismo (a la vez que recibir) mensajes escritos, auditivos, visuales, audiovisuales o escritovisuales. No tiene aún las posibilidades de difusión que proporcionará posteriormente Internet. Gracias a esta forma de comunicación, es posible por ejemplo grabar un mensaje con nuestra voz en una cinta de cassette y enviarlo por correo tradicional a un conocido que resida en otro país. Tiene un impacto muy limitado, pues el mensaje se transmite uno a uno aunque no sea necesariamente escrito, sino también de tipo auditivo o audiovisual.

Comunicación comunitaria

Aporta la interconexión a través de las redes personales, a través de los individuos a los que tiene acceso el sujeto en su contexto físico (no virtual). Este tipo de comunicación tiene un impacto mayor, aunque todavía limitado, pues el mensaje sólo puede ser difundido en el círculo más próximo al emisor.

Comunicación universal 

Gracias a la digitalización de los diferentes lenguajes (escrito, auditivo y visual) y la intervención de Internet, el individuo puede emitir mensajes multimedia cuya audiencia potencial puede encontrarse en cualquier lugar del mundo. Cada individuo concreto, con las herramientas y los conocimientos adecuados, puede convertirse en el equivalente a un medio de comunicación de masas.


Si leemos entre líneas, la historia de la comunicación posterior a la etapa original del ser humano (la de la comunicación interpersonal), podría ser entendida como una jerarquización del proceso de comunicación en beneficio de unos pocos, que se convierten en emisores predominantes, frente a otros muchos que se convierten en receptores pasivos, para ser en último término reinstaurada en su intención original mediante el último episodio, de comunicación universal. Analizando el papel de la escuela desde este prisma, nos encontramos con una estructura similar a la de los medios de comunicación de masas, en la que un solo emisor (el profesor) distribuye un mensaje que es recibido pasivamente por múltiples receptores (los alumnos). 

Este modelo educativo, derivado en su origen del sistema de producción ligado a la revolución industrial que precisaba de la formación de mano de obra especializada y que era similar a una cadena de montaje donde el producto eran los educandos, quizá fuera aún válida para un contexto social dominado por la televisión donde los alumnos estaban acostumbrados, incluso en casa, a ser meros receptores de información y a convertirse muy raramente en emisores. Sin embargo, en nuestra sociedad actual, donde una gran proporción de los ciudadanos de las sociedades avanzadas tienen acceso a Internet y se convierten en emisores de mensajes, en elaboradores de contenidos, en constructores de conocimiento, en colaboradores, en comunicadores, resulta evidentemente anacrónico. De hecho, podría estar dándose la paradoja de que los niños, adolescentes y jóvenes adultos de hoy estuvieran aprendiendo mucho más fuera de los contextos de la educación formal que dentro de las aulas, y que esos aprendizajes fueran más útiles para su comprensión del mundo y su integración laboral que los conocimientos académicos que adquieren.

Sería, pues, conveniente ahondar en la reflexión pedagógica que está teniendo lugar en la actualidad para alejar a la escuela del modelo de comunicación de masas que, además, es fuente de innumerables conflictos en el día a día de las aulas. Así, estaremos en el camino para convertir a esta institución en un espacio de comunicación colaborativo en el que se construya el conocimiento, aunque indudablemente se mantengan ciertas asimetrías derivadas de los distintos niveles de dominio que marcan la diferencia entre el rol de profesor y el de alumno. Las TIC pueden ser un poderoso aliado en este proceso.

Sin embargo, la apasionante época de cambios que vivimos tampoco está exenta de problemas: las consecuencias que el uso de las nuevas tecnologías están teniendo en el ser humano (haciéndonos más inteligentes o destruyendo nuestra cultura, según dictan enfoques profundamente enfrentados) siguen sin estar claras, pero ciertos estudios apuntan ya a que podrían no ser nada desdeñables. Desarrollaremos este aspecto en una entrada posterior.