jueves, 9 de agosto de 2012

Acción comunicativa, consenso entre participantes y fracaso educativo

Leyendo el monográfico Claves para la educación: actores, agentes y escenarios en la sociedad actual, elaborado por L. García Aretio, M. Ruiz Corbella y M. García Blanco (Madrid: Narcea, 2009), al tratar sobre la acción comunicativa dentro de los niveles de acción educativa (entendidos como los distintos grados de deliberación o decisión existentes en los actos educativos voluntarios), nos hemos encontrado con la siguiente afirmación:

"toda acción educativa deberá extenderse hacia el logro del entendimiento, de la coordinación consensuada de los planes respectivos de todos los participantes, buscando un acuerdo sobre lo valioso, ante cuya ausencia la propuesta educativa podría fracasar."
[Imagen alojada en Blogger]

Consideramos que este enunciado puede servir de base para iniciar una reflexión más profunda sobre la educación como actividad comunicativa, y sobre la necesidad de buscar permanentemente un acuerdo entre los diferentes actores y agentes que toman parte en ella para que la intervención alcance los objetivos fijados en cada caso concreto.

La educación es comunicación en un sentido doble. En primer lugar, y de manera obvia, lo es en la medida en que se produce entre varias personas que se ponen en relación y que, a partir de la interacción que tiene lugar mediante el intercambio de informaciones, sufren adaptaciones en su propio comportamiento. Estas adaptaciones se producen tanto por el lado de los alumnos, que elaboran sus esquemas cognoscitivos en base a la experiencia que les aportan los agentes educativos, como por el lado de los profesores, que no solamente adaptan su actuación a las características de los alumnos para optimizar el proceso de enseñanza/aprendizaje, si no que a su vez aprenden verdaderamente de los educandos gracias a las experiencias que todos ellos viven conjuntamente.

En segundo lugar, la educación es comunicación en la medida en que busca el acuerdo, el entendimiento entre las partes que toman partido en la interacción. Esas partes han de buscar un punto común entre las distintas realidades individuales, un terreno en el que las diferencias (culturales, sociales, económicas...) se diluyan sin tener que ser obviadas para permitir la emergencia de un saber común, de un acervo cultural compartido por agentes y actores, de un entendimiento sobre lo que es valioso, característico de la propia cultura y digno de ser transmitido, haciendo uso de la tradición cultural y renovándola al mismo tiempo. Este lugar común, este punto de partida, estaría relacionado en un sentido amplio con el concepto de intersubjetividad de Vygostki.

Consideramos que, en el ámbito de la educación formal, si bien se busca un cierto consenso entre los agentes de la educación (comprendiendo el término en este caso concreto como el conjunto de profesionales de la educación) y los depositarios del saber científico de cada una de las disciplinas que se enseñan (los investigadores), no se busca sin embargo tanto el entendimiento con lo que los educandos comprenden como valioso. La educación que se da en las escuelas y en los niveles secundarios obligatorios y postobligatorios está en muchas ocasiones lejos de lo que nuestros jóvenes creen prioritario, y en menor medida ello también ocurre en el ámbito universitario. No queriendo entrar en el terreno utópico, pues consideramos que hay cosas que los adultos tenemos que enseñar y que los jóvenes aún no alcanzan a comprender que es necesario aprender (sobre todo en los niveles iniciales), nos gustaría abrir un debate sobre la oportunidad o no de modificar los programas educativos para acercarlos más a lo que los educandos entienden por valioso. Ello evitaría probablemente el fracaso de las propuestas educativas: no en vano, en la educación no formal, donde los contenidos están más próximos a los intereses del alumnado, raramente hablamos de fracaso.

¿Cuáles serían los ingredientes para llegar a ese entendimiento? Desde nuestro punto de vista, no se trata tanto de una cuestión de contenidos o de competencias básicas como de una cuestión formal: si consiguiéramos acercar las formas de la cultura escolar o de la académica a las formas culturales populares que los alumnos utilizan en su vida cotidiana, probablemente la mitad del camino estaría andado. Como comentábamos en una entrada anterior, la cultura popular, que los alumnos están poniendo en práctica cotidianamente, puede erigirse en puerta de entrada hacia la cultura académica. Encontramos multitud de obras de música culta (la mal llamada música clásica), por ejemplo, construidas con gran cantidad de materiales prestados del lenguaje popular, que las hacían precisamente más atractivas para el oyente inexperto en el momento en que fueron compuestas.

Utilizando la terminología de J. P. Gee, investigador americano en el campo de la alfabetización, se trataría de acercarse hasta el Discurso primario del educando (es decir, a su forma característica de estar en el mundo, que constituye su identidad y es su manera natural de comunicarse con sus próximos mediante determinados usos del lenguaje), a través del Discurso secundario de la escuela (las formas concretas de estar en el mundo escolar, distintas de los Discursos primarios y caracterizadas también por unos usos del lenguaje específicos).  Para ello, los usos del lenguaje escolares podrían aproximarse a los de los jóvenes, lo que implicaría inevitable volver la mirada hacia las TIC, que forman parte del imaginario, de la realidad cotidiana de los discentes. Así, poniendo un ejemplo concreto, una actividad de creación de fanfiction, uso del lenguaje que forma parte del Discurso primario de muchos jóvenes de hoy, podría ser una forma alternativa de acercar a los alumnos a la creación literaria en el Discurso secundario de la escuela.

Una acción tan simple como introducir la composición de relatos de ficción tomando como base personajes de la última serie de televisión seguida por los alumnos supondría una manera de acercarse al consenso, al entendimiento sobre lo valioso entre los docentes y los educandos (en este caso, la creación literaria), y tendría probablemente como efecto secundario deseable un aumento del interés de los alumnos por obras literarias más elaboradas. Con actividades de esta índole, o con otras que se centraran en la construcción colaborativa de conocimiento frente a la destilación de informaciones por parte del profesor, la comunicación en el seno de la acción educativa gozaría a nuestro juicio de una mayor fluidez, y se optimizarían los resultados del proceso de enseñanza/aprendizaje. En último término, el discente terminaría asumiendo el Discurso secundario de la escuela como propio, sintiéndose tan cómodo con los usos del lenguaje que lo caracterizan como con aquellos que definen su Discurso primario.

lunes, 6 de agosto de 2012

Se abre la polémica: ¿recibir en casa la educación formal?

La educación de los hijos en casa, también conocida con el vocablo inglés homeschooling, es una tendencia que va progresivamente ganando adeptos en España, y que está bien establecida en otros países como Estados Unidos, donde un 2,2 por ciento de la población estudiantil (1,1 millones de estudiantes) seguía este método en el año 2003, cifra que había aumentado hasta 1,5 millones en 2007 según un informe del Gobierno de ese país. Sin embargo, mientras en Estados Unidos la educación en casa es plenamente legal (con variaciones en cada uno de los estados), en nuestro país hay varias sentencias, entre ellas una del Tribunal Constitucional de 2010, que niegan a los padres la posibilidad de educar a sus hijos en el hogar, haciendo prevalecer el derecho a la educación del menor sobre el derecho de los padres a elegir la educación que quieren dar a sus hijos. Así, aunque el Artículo 27 de la Constitución establece que la enseñanza básica es obligatoria y gratuita, lo que no excluiría la posibilidad de la enseñanza en casa al no concretar si la escolarización es también obligatoria, otros desarrollos legislativos posteriores (en forma de leyes de educación) sí que regulan este último término. Sin embargo, también hay sentencias en sentido contrario, como el caso del Juzgado de Primera Instancia de Alicante que en marzo de 2012 dio la razón a unos progenitores que se negaban a escolarizar a sus hijos. Algunos colectivos de nuestro país, como la Asociación por la Libre Educación, trabajan para conseguir que la educación en casa sea una opción más, como en Portugal, Francia, Italia o Reino Unido.

Dejando a un lado la batalla legal, las tres principales razones que aducen los padres de niños que son educados en Estados Unidos para elegir esta opción son, en este orden, "proveerles de educación moral o religiosa", "estar preocupados por el entorno escolar" y "estar insatisfechos con la instrucción académica y sus métodos de escolarización". Pero hay también otras causas: ciertos niños, por sus especiales características, necesitan de una atención intensiva por parte del educador, otros deben sufrir constantes mudanzas como consecuencia del trabajo de sus padres, y otros sufren problemas de acoso. Proponemos el visionado del vídeo a continuación de manera previa a leer nuestro posicionamiento al respecto:



El tamaño del vídeo ha sido adaptado al ancho de la entrada al incrustarlo. 
Vídeo original consultado en: http://www.youtube.com/watch?v=dLSDL6xI9eo

Observamos en el vídeo, con las evidentes limitaciones sobre el análisis de la realidad de las que un documento de este tipo adolece, una experiencia de educación en el hogar que podría calificarse de exitosa. Sin embargo, no podemos sino posicionarnos en contra del homeschooling. Según nuestro punto de vista, sólo en circunstancias muy concretas podríamos considerar recomendable que la educación de los hijos se diera en casa y no en la escuela: así, creemos que el perjuicio que se ocasiona al niño al privarle de un contexto de socialización tan relevante podría verse compensado en el caso de determinados alumnos con necesidades educativas específicas muy particulares, a las que sólo es posible responder con una atención muy personalizada. En estas situaciones, la familia podría suplir la falta de medios de la que la escuela está tan aquejada, pero la situación distaría de ser ideal. Sería, a nuestro juicio, preferible dotar a la escuela de más recursos (materiales y de personal) para responder adecuadamente a todo tipo de diversidad.

Sin embargo, nos oponemos diametralmente a la educación en casa desde una perspectiva más general. No discutimos que determinados padres estén suficientemente preparados para educar ellos mismos a sus hijos, pero creemos que el Estado debe garantizar la formación de ciudadanos libres, y la escuela es hasta ahora el único sistema, por imperfecto que sea, que está en condiciones de garantizar la libertad de pensamiento, la libre elección de nuestros ideales, el pensamiento crítico. Tras afirmaciones del tipo “No quiero que el Estado se inmiscuya en la educación de mis hijos”, o “Tengo el derecho a elegir lo que mis hijos aprenden” puede esconderse con demasiada frecuencia la voluntad de imponer la propia visión de la vida a los niños: de hecho, los adeptos al creacionismo están entre los partidarios del movimiento homeschooling en Estados Unidos, siendo su particular manera de comprender la realidad muy lejana de los estándares que manejamos en nuestra sociedad actual.

¿Cómo podría garantizar el Estado que los ciudadanos son educados y no adoctrinados (en el sentido más negativo del término) si hay una escuela en cada casa? ¿Cuántos recursos deberían destinarse para ello? La escuela, que no deja de estar sometida a mecanismos de control, nos permite abstraernos de los prejuicios de nuestro círculo más cercano y elegir entre un abanico de opciones, aunque éstas estén condicionadas por nuestro contexto social. La escuela humaniza y socializa. La educación exclusiva en familia no puede, según creemos, hacer lo mismo.

Reconocemos, no obstante, que nuestro punto de vista no agota la discusión al respecto del homeschooling, y que es posible realizar muchas otras matizaciones que justificarían esta opción o que se opondrían a ella. Recomendamos, para obtener más información, la lectura de los siguientes enlaces, así como visitar la página Web de la Asociación por la Libre Educación que enlazábamos más arriba.

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